Ser artista no es fácil en ningún lugar del mundo y en ese sentido, Argentina, no es la excepción. Desde hace casi doscientos años, los arquitectos que construyeron las obras más emblemáticas de la nación o bien cayeron en el más absoluto de los olvidos o bien, en el más ingrato reconocimiento de sus obras, tal como fue el caso de Francisco Salamone, padre de muchas de las criaturas que persisten en diferentes pueblos de la provincia de Buenos Aires y en otros tantos lugares del interior.
Es sabido que Bruselas es la Grand Place, el Mannekin Pis, los chocolates de excelente calidad y, también, un rincón de Europa donde el mundo de la caricatura y el arte gráfico se exhiben en cada esquina. Luego de la Segunda Guerra Mundial la ciudad es una de las que más creció en el viejo continente, y su designación como sede oficial de la Comunidad Europea la volvieron no solo una ciudad cosmopolita sino, además, un verdadero espacio en el cual las artes alcanzaron un gran desarrollo.
En los años posteriores a la muerte del matrimonio Ceausescu y el inicio de la nueva vida democrática liberal, Rumania supo consolidar una interesante red museística y de espacios dedicados a la preservación de su memoria. Así es como el Museo Histórico Nacional de Bucarest o el Museo Nacional de Arte de Rumania son dos de los mas importantes, hay otros en los que, lejos de una gran ampulosidad o fastuosas obras de arte, resultan una recomendable oportunidad para acercarse a los acontecimientos y personajes que forjaron la historia del pueblo rumano.
Redactor/Editor
Periodista, docente y viajero crónico. Actualmente reside en Buenos Aires. Desde 2004 edita el presente sitio y viajó por más de 50 países alrededor del mundo. Su trabajo se basa en exponer el costado más humano de los viajes, ese que aparece cuando logra alejarse de la idea de turismo y emprende un camino con el otro descubriendo sus costumbres, sus sistemas de creencias y sus mentalidades.