De todos los edificios históricos de la Ciudad de Buenos Aires hay uno que sobresale por ser el más antiguo y por contener, entre sus muros, buena parte del adn histórico del ser nacional argentino. Así es como la Iglesia de San Ignacio de Loyola se alza como uno de los monumentos mas fascinantes de la arquitectura porteña no sólo porque es el espacio mas antiguo y mejor conservado del casco histórico sino porque, además, en su interior posee un conjunto de piezas del arte colonial como sucede en otras ciudades de sudamérica, con las que comparte un pasado en común y lineamientos estéticos similares. Es por ello que en este fotorreportaje los invito a descubrir algunos de los secretos que esconde la Iglesia de San Ignacio de Loyola y en él les explico porqué es recomendable hacerse un alto y dedicarle una visita.
LOYOLA: TESTIGO FUNDACIONAL Y PRESENCIAL DE LA HISTORIA ARGENTINA
Para ahondar en los orígenes de la Iglesia de San Ignacio es preciso realizar una referencia histórica fundamental que nos permita entender porqué la compañía jesuítica del mismo nombre decidió fundar en ese espacio de Buenos Aires una iglesia de tamaña dimensión e importancia. Corría el año 1661 cuando los sacerdotes llegaron a esta urbanización rudimentaria llamada Santa María de los Buenos Aires. Al llegar se dieron cuenta de que la cercanía a la desembocadura del Río de la Plata y la pujante actividad económica y social que se llevaba a cabo por entonces en la zona cercana a la actual Plaza de Mayo los decidió a pensar allí la construcción de un templo que congregara y organizara la cristiandad porteña.
Lo cierto es que la decisión de llevar a cabo la construcción de una iglesia -donde hasta ese momento no la había- no sólo tiene que ver con una mera difusión del cristianismo sino, además, con una serie de actividades que los jesuitas debían desarrollar en la zona como programa de fidelización, educación y organización espiritual de la población. Así es como a la vez que se iniciaron las primeras directrices de construcción de la iglesia en 1771 (a cargo del arquitecto jesuita Juan Krauss) la compañía fundó, además, el Colegio de San Carlos (primer colegio religioso de la ciudad que ocupaba el espacio del actual Colegio Nacional de Buenos Aires) y lo que hoy ocupa la"Manzana de las luces" en la que se desplegó una interesante actividad académica que se transformó rápidamente en las bases del saber y el conocimiento porteño.
Un dato que llama la atención cuando se indaga en la historia del templo es que desde la donación del solar llevado a cabo por Doña Isabel de Carvajal (una descendiente de españoles con una acaudalada fortuna y que tenía la popriedad del terreno que en la actualidad ocupan la manzana de las calles Perú, Moreno, Alsina y Bolívar) hasta la actualidad, el templo de San Ignacio sufrió todo tipo de amenazas tanto ambientales (humedad, filtraciones, movimientos tectónicos de la ciudad) como políticas (Ataques durante las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo, los ataques a las iglesias de 1955) que lo pusieron en grave riesgo de derrumbe o de destrucción y, sin embargo, logró sobreponerse a todas ellas bajo un ala protectora difícil de comprender.
En 2014 se llevó a cabo la última restauración y puesta a punto de la iglesia en la cual se sanearon varios problemas que pesaban sobre la vieja estructura y que ponían en riesgo de derrumbe y catástrofe a todo el barrio de San Nicolás. Así es como se pensó un interesante programa de salvataje que contó con el proyecto del Arq. Jorge Fontán Balestra quien utilizó por primera vez técnicas en 3D para abordar los cambios tanto de la estructura de la iglesia como de los túneles que subyacen bajo ella y que ponían en riesgo el sostenimiento de la misma. De ese modo se "ensunchó" buena parte de la estructura, se incorporaron gruesas varillas metálicas en las bases, se realizaron huecos en las amplias paredes coloniales y se inyectó hormigón en las estructuras de sostén para reforzar el edificio y mantenerlo incólume en sus máximas posibilidades.
Cuentan quienes llevaron a cabo la obra que cuando se le informó al por entonces Cardenal José María Bergoglio que se debía cerrar la iglesia por al menos un año, aquel se negó y les respondió "San Ignacio no puede dejar de dar misa", obligando con ello a los constructores a pensar alternativas que les permitieran poder continuar con los trabajos. Para ello decidieron montar en el interior de la iglesia una pequeña capilla de durloc sintético que ubicaron en el hall central de la estructura, la cual les permitió continuar con los oficios religiosos pero también con la ardua tarea de restauro que les habían ecomendado desde la dirección de patrimonio.
CURIOSIDADES DE LA IGLESIA
* En su interior descansa el cuerpo de Juan José Castelli, hombre de la Revolución de Mayo e inolvidable orador que se hizo conocido por la pérdida de su lengua a consecuencia de un cáncer letal.
* Antes de que se construyera el Cabildo de Buenos Aires allí se celebraron los primeros cabildos abiertos de la ciudad.
* El actual reloj que se encuentra en la estructura de la Iglesia fue el primero que funcionó en el Cabildo porteño.
* Por debajo de la iglesia pasa un complejo sistema de túneles subterráneos que en la actualidad están siendo analizados y puestos a punto para, en un futuro, poder abrirlos al público y que puedan acceder a un espacio hasta ahora poco explorado del pasado porteño.
IMPORTANTE PATRIMONIO COLONIAL PORTEÑO
Apenas se ingresa en el interior de la iglesia sobreviene la idea de que, además de estar en un templo, se está en presencia de un verdadero acopio de patrimonio artístico de enorme nivel. Las diferentes piezas que integran el interior de la iglesia cuentan, en su mayoría, con más de trescientos años de antiguedad y forman parte de la enorme colección de obras llevadas a cabo por los españoles en el espacio colonial americano.
La mayoría de ellos fueron creados por los jesuitas y, agunos pocos, traídos desde Europa durante el proceso de sincretismo que se dió por aquellos años en los que la iglesia católica adaptó la mentalidad de los nativos y les impuso nuevas formas de cosmovisión. De ese modo, el interior de la iglesia cuenta con una interesante colección de piezas en las que se advierten retablos, imaginería, pnturas, esculturas, molduras, yeserías e incluso elaboradas piezas de mosaico que representan diferentes escenas referidas a la vida y obra de la compañía jesuítica que dió origen al templo
Veamos algunos de ellos:
El Retablo Mayor es la obra que primero se advierte apenas se ingresa ya que está ubicada al final del pasillo principal sobre el cual reposa el Altar Mayor. Está integrado por una serie de elementos identificatorios de la compañía de San Ignacio (San Ignacio de Loyola con la biblia en su mano, Jesucristo en el centro, la Virgen con el niño Jesús, San Cayetano, San Judas Tadeo y un cuerpo de ángeles celestiales que acompañan y santifican) y fue restaurado en la última puesta a punto de 2014 cuando se le devolvió el color lo más parecido que se pudo al original.
La presencia de los sacerdotes jesuitas en el espacio porteño ilustra este retablo recientemente restaurado. Con la imagen de la Virgen de Guadalupe en manos de uno de ellos, la obra refleja el interés propagandístico de la Iglesia católica respecto a la difusión del culto cristiano durante los siglos XVI y XVII.
Los retablos que se encuentran ubicados en el ala derecha del templo son anteriores a la expulsión de los Jesuitas en 1776. En ellos se observa una primera capa de pintura marmolada que simula la textura del mármol y que indica la gran capacidad de los jesuitas para llevar a cabo enormes obras de arte con materiales económicos. En la mayoría de ellos se advierte la presencia de tres falsos mármoles (en colores azul, bordó rojizo y ocre) los cuales sólo aparecen como réplicas cuando el visitante se acerca mucho a la pieza y logra darse cuenta del efecto óptico.
Asimismo, como los retablos dan cuenta del arte desplegado por los jesuitas antes de su expulsión se encuentra una serie de esculturas y exvotos que pueblan el espacio y lo vuelven un verdadero museo para el visitante que se pone delante de elllas.
La mayoría de las piezas escultóricas cuentan con más de dos siglos de antiguedad y forman parte del orgullo patrimonial de la ciudad de Buenos Aires. Su importancia histórica y artísticas las posicionan al mismo nivel de las piezas de imaginería que residen en ciudades como Lima, La Paz, Potosí o Quito, verdaderos asentamientos del arte colonial y la maginería hispana.
Símbolos y personajes relacionados con la actividad de los jesuitas en el ámbito religioso
Diferentes santas y vírgenes que integran el devocionario que los jesuitas trajeron al Río de la Plata decoran diferentes retablos y conjuntos escultóricos al interior de la Iglesia
Retablo dedicado a Santa Teresa de Jesús
Retablo dedicado a la Virgen de Guadalupe
Los pisos con sus diferentes motivos de mosaicos coloniales son uno de los elementos que merecen la pena observar con detenimiento. El pulido y restauración que se les hizo en la reconstrucción y puesta a punto de 2014 los dejó en un perfecto estado y dignos de ser admirados.
El ala izquierda de la iglesia aparece mucho más modesta y con menos ornamentaciones que la de la derecha. Cuentan los arquitectos que ello se debe a que al momento de la expulsión de la compañía de los jesuitas en 1776 aquellos sólo habían llevado a cabo la decoración de la mitad de la iglesia, quedando la otra parte sin cubrir. Al parecer, quienes terminaron la obra, desconocían las técnicas para simular la textura y el color del mármol razon por la cual no pudieron imprimirle a aquellas piezas el mismo valor identitario que las anteriores.
Santa María de los Buenos Ayres
La Iglesia de San Ignacio de Loyola merece hacer un alto en la ajetreada vida que nos propone la ciudad y dedicarle unos minutos para descurbrirla. Si ingresan en ella no sólo encontrarán un momento de silencio y sosiego que los alejará -por un momento- de mundanal ruido que sucede afuera sino que, además, podrán conectar con una serie de piezas religiosas que esconden un interesante pasado y que forman parte del enorme patrimonio cultural de la humanidad. Por ello, cuando estén haciendo trámites o diligencias por la ciudad déjense llevar por el espíritu de San Ignacio y asistan a una experiencia histórico-religiosa que vale la pena ser vivida.
Cupulas y techos de la Iglesia de San Ignacio (Vista desde la interesección de Bolívar y Alsina)
Ver Iglesia de San Ignacio de Loyola en Cont.ar
Patrimonio Histórico, Capítulo 4
Patrimonio Histórico, Capítulo 5
Visitas guiadas
Reservas en www.sanignaciodeloyola.org.ar
Inscripción: secretaria@sanignaciodeloyola.org.ar
Apertura y cierre del templo
Lunes a viernes: 8 a 19 hs.
Sábados y domingos: 16 a 20 hs
Adoración Eucarística
8 a 18 hs en el Templo Altar Mayor
19 a 8 hs. en el Claustro Capilla Ardiente