13 Jan
13Jan

Antes de llegar al Castillo Peles, Diana y Christian (la pareja de novios que me guiaron por todo el periplo de Transilvania) detuvieron el auto frente a uno de los conventos más emblemáticos de la región y me dijeron que bajara, que veríamos algo que me iba a interesar. Así es como en cuestión de minutos, el Monasterio de Sinaia quedó ante mis ojos, recortado entre la neblina matinal y con unos colores que disimulaban los casi dos siglos que pesaban sobre su perfecta estructura. El reloj indicó que faltaban pocos minutos para que fueran las 8 am y el frio se hizo sentir con una presencia imposible de eludir. Diana me comentó que el monasterio abría las puertas al público cerca de las 10 am pero como a esa hora ya estaríamos en Trasilvania, no quería que me perdiera de conocer (aunque bien fuera en una "vista de pájaro" tal cual dijo) las pinturas medievales que se encontraban al interior de una de las iglesias más pequeñas del complejo y que fueron declaradas por la UNESCO como Patrimonio Histórico de la Humanidad. 

Así es como mientras me quedé charlando con Christian sobre algunas cuestiones del lugar, Diana se perdió tras la fachada de la Iglesia mayor del convento y, en pocos minutos, volvió con una enorme llave de hierro que, según me dijo, le había dado uno de los cuidadores del complejo dado que la conocen desde hace mucho tiempo y saben que pasa por el monasterio a tempranas horas de la mañana, por lo cual gustosamente siempre hacen una excepción y le otorgan la llave para que pueda ingresar con sus pasajeros, casi de un modo exclusivo y sin otros visitantes.

- Esto es una visita exclusiva, me dijo Christian a la vez que en cada palabra salía humo de su boca, como un inevitable testigo del frío helado de los Cárpatos. 

Luego de hacer girar la llave en la cerradura de la herrumbrosa y pesada puerta de madera maciza decorada con simbología bizantina, atravesamos el pescante de la entrada e ingresamos al interior de la iglesia. El olor a humedad y a encierro emparentaban a la pequeña iglesia con una catacumba romana de esas en las cuales el hedor a cemento helado y a huesos apilados se transforma en la cara visible de la Historia. Adentro, apenas había un pequeño hilito de luz que se filtraba desde uno de los vitrales coloridos y el frío parecía ser aún más terrible de lo que se sentía afuera. Diana encendió un par de luces (que no iluminaron demasiado, sólo lo suficiente como para poder apreciar la belleza de los frescos a media luz) y quedé frente a uno de las obras de arte más hermosas que había visto jamás. Una serie de personajes sencillamente pintados bajo los tonos de una paleta que oscilaba entre los azules, amarillos y ocres terracota, quedó frente a mis ojos una serie de imágenes en las cuales abundaban personas (sacerdotes, clérigos, monjes, profetas, personajes históricos del pasado valaco) y otros seres mitológicos como ángeles, demonios, personajes bíblicos y la presencia de Cristo en las representaciones del Cielo y del infierno que recorren casi todo el perímetro de la iglesia.

Si bien el espacio es muy pequeño, la fastuosidad de los frescos invitan a detenerse en muchos de ellos y observar con detenimiento las diferentes historias que se ocultan en cada una de las paredes y que son una interesante lección no sólo de Historia sino, además, de cómo el mundo ortodoxo e Bizancio moldeó buena parte del este europeo y los territorios orientales en los cuales se desplegó como religión pero también como ideología. 

Puerta de madera trabajada con simbología del pasado rumano y la presencia del mundo bizantino

Grupo de clérigos que representan el pasado místico de la antigua Iglesia creada en 1695 y que supo ser una verdadera fortaleza espiritual en los que debieron soportar los ataques permanentes del Imperio Otomano querendo ingresar en la región.

Profetas del santoral cristiano y los ángeles de estilo y estética medieval conviven con elementos autóctonos tales como iglesias, cúpulas de ciudades y diferentes elementos que configuran la fuerte presencia del Imperio Romano de Oriente, el cual sobrevivió casi mil años al que dependía directamente de Roma (y que cayó en 476 D.C)

Personajes místicos del santoral cristiano conviven con papas y clérigos del mundo bizantino ortodoxo

Tanto la cúpula como algunos de los frescos abundan en reprersentaciones de diferentes momentos del evangelio tales como el nacimiento de Cristo, la huida para salvar su vida y una secuencia detallada del Via Crucis. 

El elaborado trabajo de los artistas y el increíble nivel de detalles vuelve a estos frescos una de las piezas mejores conservadas del pasado de Bizancio y de la Ortodoxia cristiana del este europeo.

En este fresco se advierte la fuerte comunión que existía entre la política y el mundo religioso. Aquí se pueden ver a una serie de personajes de la historia rumana compartiendo espacio con personajes del santoral ortodoxo. Allí se puede observar que muchos de esos personajes vivieron en diferentes momentos históricos pero al estar juntos, sirven para contar la historia de las tres naciones (la Valaca, la Moldava y la Transilvana) que supo albergar algna vez Rumania antes de transformarse en un reino y luego en un estado nacional constituido.

Una visita al Monasterio de Sinaia bien amerita el ingreso a la Gran Iglesia, construida entre 1842 y 1846 por el arquitecto George Mandrea, quien utilizó varios de los estilos arquitectónicos desplegados a lo largo de toda la historia del país. Participar aunque sea algunos minutos de un oficio religioso puede resultar una enorme experiencia ya que, allí, entenderán muchos aspectos de las creencias y costumbres del pueblo rumano, que se forjaron en un pasado signado por el Imperio bizantino y que se prolongaron hasta la actualidad.

Monasterio de Sinaia

Viajar a Sinaia con Unzip Romania

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