18 Aug
18Aug

Hace unos años publicaba esta crítica de la Antología sustancial de poemas y canciones de Vinicius de Moraes. El libro sigue siendo una maravilla que recomiendo leer cuando se viaja a Brasil y, sobre todo, a Río de Janeiro. Por entonces no había viajado a Brasil y el mundo carioca y de la bossa descansaban en el sueño de la fantasía. Ahora que el viaje concluyó y que comenzaré a compartir con ustedes las crónicas de esa experiencia les comparto esta crítica cargada de deseo y que hoy, a la distancia, supongo necesaria para que comprendan y dimensionen la grandeza de una de las ciudades más bellas del país hermano.

Brasil es desde hace años mi gran deuda viajera. Cada vez que me preguntan ¿Qué país de los que no hayas estado te gustaría visitar durante un tiempo largo? automáticamente se me viene Brasil a la cabeza y me sería muy difícil explicar porque razón se me ocurre ése y no otro destino, habiendo tantos en la lista. Muchos de ustedes dirán “Anduvo por casi 40 países y no conoce Brasil que lo tiene acá al lado” y la verdad es que la respuesta es más que obvia pero así es amigos, sólo conozco del hermano país carioca algunos de sus aeropuertos y lo que pude ver de Copacabana en las pocas horas que estuve una vez que un vuelo se demoró un par de horas y me permitió una vuelta por la playa más linda del circuito costero tropical.

Pero más allá de no haber estado nunca demasiado tiempo ni de haber planeado un viaje jamás, desde siempre me sentí influenciado, conmovido e incluso interesado por la rica cultura y los exponentes con los que cuentan los brasileños. Por ejemplo, uno de los primeros autores que leí cuando la aventura de vivir una historia se me hizo hábito fue José Mauro de Vasconcelos, con la lacrimógena pero preciosa historia de Mi planta de naranja lima. Luego vinieron las novelas de Jorge Amado en formato cinematográfico (y gracias a una de ellas Sonia Braga se transformó en la primera mujer desnuda que ví en una pantalla de TV), los culebrones  que todas las tardes veía mi madre y alguna otra película que, por la edad, no llegué a entender (recuerdo haber visto algunas del documentalista Glauber Rocha o aquella Pixote, que contaba la triste historia de un niño delincuente en las afueras de Río)

Algunos años más tarde, ya en el colegio secundario, una profesora de literatura amante confesa de la obra de Manuel Puig nos hizo leer algunas de las historias que el exiliado escritor argentino ideó en diferentes latitudes de aquel gigante país y con ellas reconstruí imágenes, sonidos, sabores, olores, canciones y hasta pude hacerme una buena idea de cómo es el espíritu de los que muchos consideran al carioca como uno de los pueblos más alegres del mundo. Y por último, tal como me pasó con el tango (al que comencé a escucharlo cuando la rebeldía adolescente se alejó como un síntoma que cede al remedio del tiempo) me llegó la música brasileña. Lo primero que escuché fueron algunos discos de Bossa nova, y de la mano de aquel género descubrí algunos nombres como Jobim, María Creuza, Toquinho, Caetano Veloso y, entre muchos otros, a Vinicius de Moraes.

Desde entonces hasta hoy pasaron más de 20 años. En el medio la bossa nova resurgió de sus cenizas y sufrió una de las hibridaciones más interesantes que se haya visto con otros géneros (salvo el Jazz) dando lugar a una serie de colecciones en las que desfilan, al ritmo acompasado de las guitarras y los sintetizadores brasileños, repertorios tan eclécticas como los de Madonna, los Ramones, U2, Bob Marley, Guns N´Roses, Los Beatles, los Rolling Stones, los clásicos americanos de las décadas del 70, 80 y 90 y hasta una moderna puesta a punto de canciones originales de artistas brasileños tales como Veloso, Gal Costa, Jobim, Gilberto Gil, María Bethania, Ellis Regina o Rita Lee.

Y quizás no haya sido casual que en medio de toda esa movida haya aparecido exhibida en las librerías más importante la foto de Vinicius escondido tras uno de sus libro de poemas acompañada de la noticia de la reciente recopilación de su obra.  Al enterarme de la buena nueva me dí cuenta de que era un buen momento para desempolvar aquellos discos que alguna vez prometí escuchar "en un futuro" y lanzarme a escribir estas líneas para recomendarles la antología de quien fuera uno de los artistas más importantes de la cultura brasileña del siglo XX y que ,hoy a la distancia, se puede leer como la obra de un poeta notable pero también como la del autor de aquellas imborrables canciones que aún persisten en el inconsciente colectivo más allá de cualquier distinción de razas, culturas o geografías.

¿POR QUÉ ANTOLOGÍA, POR QUÉ SUSTANCIAL Y POR QUÉ POEMARIO?

La obra de Vinicius que recién editó Adriana Hidalgo es un panegírico celosamente armado que ofrece la oportunidad de tener compilado, en un solo tomo y de forma bilingüe sus mejores poemas, las letras de las inolvidables canciones, una entrevista inédita y algún que otro escrito difícil de clasificar. Además, la publicación cronológica del material (arranca con sus primeros escritos cuando contaba con apenas veinte años y finaliza con una de sus últimas canciones, dedicadas a un amigo argentino) le permite al lector ser partícipe de la evolución que el escritor experimentó a lo largo de su prolífica carrera y deja una buena noción del personaje, el contexto y su obra.

Así es como luego de un corto pero contundente prólogo el libro se compone de piezas como Veinte años, De la mujer sublime a la mujer que pasa, La Separación, Chicas en bicicleta (donde hay varias baladas en honor a las diferentes mujeres de Río), Cinepoema, La rosa de Hiroshima, Intermezzo: Patria minha, El obrero en construcción, El ángel de patas chuecas, Aguardándote amor reveo los días, Y en el mundo una ciudad (dedicado especialmente a su ciudad natal), El debe y el haber (especie de balance autobiográfico) y un capítulo especial dedicado a las letras de canciones, entre las que se incorporaron algunas para niños que jamás llegó a grabar con Toquinho.

A través de los diferentes capítulos el universo de Moraes puebla las páginas de criaturas celestiales con gigantescos sombreros de paja en sus cabezas y coloridas bikinis (rodeadas de papagayos de colores, palmeras y con paisajes dignos de la mejor puesta kitsch de la década del sesenta y setenta), los recuerdos de la infancia, los amores no correspondidos, los reproches de las señoritas que exigen cuidado extremo de sus corazones y los ecos de una bohemia que, como él, no pudo sobrevivir más allá de los eclécticos años ochenta.

Antología sustancial de poemas y canciones
Vinicius de Moraes
Coleción del Otro lado 
Adriana Hidalgo Editora
394 páginas
ISBN: 978-987-1923-15-1

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