25 Nov
25Nov

Luego de atravesar los Arcos emblemáticos, asistir al Santuario de Zé Pilintra y de recorrer los murales que hacen de Lapa una verdadera obra de arte al aire libre, llegué a la Escalera Selarión, uno de los íconos de la Ciudad de Rio y que, según dicen, nadie que pase por allí debe dejar de asistir. No se si será por el eclecticismo que lo identifica, por los miles de azulejos dispares y variopintos enviados desde diferentes lugares del mundo o por el marasmo humano que lo asciende y desciende constantemente pero el lugar resulta un tanto extraño.

Otra de las preguntas que me hago penas llego -y comienzo a medir cuanto esfuerzo me va a llevar ascender las empinadas escalinatas- es porqué esta escalera se transformó en un emblema de la ciudad y llegó a ser considerado un ícono urbano tal como lo son nuestro obelisco, la estatua de la libertad en NY, la Torre Eiffel en París o el Coliseo en Roma. Y para ello, nada mejor que consultar las fuentes oficiales. Según la información oficial la escalera fue construida en 1994 el barrio de Santa Teresa (de hecho, cuando se asciende por ella hasta la colina, se encuentra el famoso Convento de Santa Teresa) con motivo de la celebración por haber obtenido la Copa en el Mundial de fútbol. 

Algunos años después, el artista plástico chileno Jorge Selarón llegó a Rio y comenzó a intervenir la famosa escalera colocando diferentes azulejos que había coleccionado de manera personal y con otros que le fueron enviando a modo de donaciones desde diferentes ciudades del mundo. Con todos ellos vistió a las escaleras con un estilo entre barroco y desestabilizador que en poco tiempo devino en un particular estilo que posibilitó que la escalera pasara a ser emblema nacional y se la conociera en el mundo entero como una verdadera y curiosa obra de arte. 

Sin embargo, el fulgor de aquella escalera que a diario atraviesan miles de turistas provenientes de todo el mundo, en 2013, fue el escenario de un acontecimiento inimaginable. A primeras horas de la mañana del 10 de enero, un grupo de vecinos encontraron el cuerpo sin vida y totalmente calcinado de Jorge Selarón, quien durante años engalanó ese lugar y lo elevó al mote de icono mundial. Según investigaciones de la policiá local, el autor del crimen no habría sido otro que un discípulo suyo y estudiante del taller de arte donde el artista elaboraba sus obras y además impartía clases de pintura y grabado a los habitantes de Lapa.

 En este paseo fotográfico los invito a descubrir los rincones y secretos de la escalera más famosa del mundo:

Souvenirs en formato de azulejos evocan diferentes ciudades europeas. Lyon, Míkonos, Sevilla y La Coruña se alzan como demostración del cosmpolitismo que Selarón le quiso imprimir al espacio.

Formas geométricas y vivos colores tapizan la medianera que comparten con viviendas del barrio 

               Presencia de ciudades, religiones y personajes literarios conviven en un mismo espacio

Algunos azulejos incorporaron técnicas en 3D como el caso de este búho que convive con un azulejo de estilo manuelino traído desde Lisboa.

Muchos de los pilares ubicados cada 50 metros ofician de descanso y son el sitio elegido por los visitantes para detenerse a descansar o bien disfrutar de alguna bebida de las tantas que allí venden.

    Las casas de barrio conviven con la escalera y con la marejada humana que a diario pasa por allí

Algunos vecinos ya adaptados siguen su vida con total normalidad en un espacio altamente concurrido

          Algunas de las viviendas poseen estilos clásicos o proclives a las formas y estilo portugués

                                         Trabajos de herrería manuelina en una casa de la escada

      Durante el día las ventanas de las casas permanecen cerradas para evitar el ruido de los turistas

Algunas de las casas, aprovechando el estilo que se le imprimió a la escalera lo adoptan y sus dueños mandan a hacer retratos o dibujos en pequeños mosaicos o azulejos. En este caso, se realizó esta imagen de Pablo, un joven lugareño que fue muerto en un enfrentamiento policial hace unos años y que se alzó como el símbolo del gatillo fácil y los abusos de poder por parte de la policía brasileña. 

Las pulseras de los deseos que abundan en todo Brasil son dejadas en algunas de las alverjas o rejas de las medianeras de la escada. el lugar se llena de ellas brindando un colorido cuadro digno de fotografiar

 A lo largo de toda la escalinata los vecinos venden helados, cervezas y caipirinhas a precios más que accesibles. Si el visitante tiene una cultura alcohólica probada puede darse el gusto de tomar algo allí, ahora, sino está probada, es mejor no tomar alcohol ya que el descenso puede ser traumático y peligroso ya que la bajada es más compleja que la subida, dada la altura de los escalones y las miles de imágenes que hay allí provocando ilusiones visuales que pueden desembocar en golpes o torceduras de pie no previstas.

En la base de la escalera ubicada en la esquina de Teotonio Regadas y Joaquim Silva se encuentra un mercado improvisado en el que se pueden comprar recuerdos de la escalera y otros puntos de Brasil, ropa, gorros, mochilas y hasta degustar algunos de los platos típicos a cambio de unos pocos reales y que les hará vivir un momento único si se mira hacia la escalinata y se toma conciencia de estar en uno de los lugares más icónicos, coloridos y cosmopolitas del continente americano.

Ver documental: SELARON, THE Movie (En tres partes)



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