25 Jul
25Jul

VOLVER AL VATICANO (ESTA VEZ, CON PAPA ARGENTINO)

A Roma se puede ir mil veces pero hay algunos hábitos que conviene no modificar, ya que, de respetarlos, uno puede encontrarse con algunos cambios que dan cuenta de porqué a lo largo de los años se la dio en llamar "la ciudad eterna". Entre algunos de esos ritualismos casi siempre intento visitar el Vaticano los domingos por la mañana (y de hecho es uno de los pocos consejos que doy cuando me preguntan qué cosas no deben dejar de hacer cuando la visitan) ya que es el día donde mejor se puede apreciar el movimiento de la Basílica de San Pietro debido a la asistencia de los miles de fieles que asisten a ella desde diferentes lugares del mundo, volviéndola una experiencia digna de vivenciar alguna vez en la vida.

Así es como a poco de llegado a Roma, una mañana del agobiante mes de julio crucé el Puente Sant´Angelo, atravesé la magnitud del Castel que tiene el mismo nombre y me encontré frente a la avenida que, colmada de gente, autobuses turísticos y exponentes religiosos de casi todo el planeta me acompañaron en el camino hasta la explanada de la plaza más representativa de la cristiandad. La última vez que había estado en la ciudad (en enero de 2013) la situación de la iglesia era totalmente distinta a la que se vivencia en la actualidad. Por entonces el Vaticano era un sitio más turístico que un centro espiritual y Benedicto XVI, con su apatía y pasado dudoso se sumaba a la crisis de fe y falta de representación que sentían los cristianos, fórmula que inevitablemente se alzaba como la explicación de aquella, en apariencias, irrevocable tendencia.

Cuando en Buenos Aires oí la noticia de su abdicación y la puesta en marcha de un Concilio para elegir al nuevo Papa tuve la sensación de que sea quien sea el que se erigiera como el nuevo representante de la iglesia seguiría inevitablemente el mismo camino, y de a poco me fui haciendo a la idea de que pasarían muchos años hasta que apareciera un verdadero sucesor de Juan Pablo o, mucho mejor, de Juan XXIII, el "Papa bueno" como dió en llamarlo la historia,  al parecer, con razones de sobra. 

Pero lo cierto es que aquella tarde de abril de 2013 cuando desde la pantalla de la RAI escuché en directo el nombre de Bergoglio (quien por entonces todavía no había declarado su conversión franciscana) tuve la esperanza de que algo podría llegar a cambiar en la iglesia y que, aquella historia imaginada por Nanni Moretti en Habemus Papa demostraba que las utopías podían ser posibles ya que, casi de modo premonitorio, su film se había adelantado a lo que esa tarde sucedió.

 A partir de allí, de más estaría contar lo que sobrevino y que es de público conocimiento: los mensajes inclusivos, la demostración de un intento de apertura, aquella visita masiva a Río de Janeiro, el retorno de los jóvenes a la idea de trabajar por un mundo mejor y las miles de historias que a diario escuchamos a través de los medios, en los que se expone el costado más humano del hombre que un día, dejó la catedral porteña y le tocó ser ni más ni menos que el nuevo Papa. 

FRANCISCO HABLA A LA MULTITUD EN LA PLAZA 

El reloj aún no había marcado las diez de la mañana y el sol anunciaba una jornada sofocante. El reflejo sobre el pavimento ardiente y una sensación de agobio generalizada se imponía sobre la ancha avenida que comunica el Castel Sant´Angelo con la basílica de San Pedro. La gente en el lugar era mucha, tanta que no sería exagerado describirla como "hordas". A medida que proseguí en la marcha hacia la gigantesca mole de piedra intenté visualizar quienes eran los que integraban aquella masa humana que se dirigía en línea recta como si fueran llevados por una extraña fuerza. De esa forma identifiqué a personas mayores, padres con sus hijos, grupos de niños provenientes de diferentes ciudades que llegaban en tours junto a sus maestros y jóvenes, muchos jóvenes.

Cuando me faltaban unos escasos cien metros para ingresar al recinto de la plaza sentí desde los parlantes una voz que hablaba y que se diluía entre el murmullo del gentío y el ruido de los automóviles. Pensé que era algunos de los sacerdotes que normalmente rezan junto a los fieles que allí llegan como forma de agradecimiento por la visita. Pero a medida que me acercaba a la basílica la voz se me hizo familiar y ahí me dí cuenta de que quien hablaba no era otro que el mismo Francisco.

Atravesé los antiguos pilotes de piedra y me encontré con la multitud expectante que miraba hacia arriba y allí, entre medio de la inmensa fachada repleta de ventanas que reposan a un costado de la plaza, lo ubiqué con la vista y comencé a filmar. En su peculiar italiano Francisco estaba terminando de dar el angelus de los domingos. Agradeció afectuosamente a quienes asistieron a la plaza y pidió -como siempre hace- que rezaran por él ya que a los pocos días viajaría a Sudamérica para entrevistarse con los presidentes de Paraguay y Ecuador. 

El público lo observaba atónito y en el rostro de muchos de los argentinos que allí estaban (hubiera sido difícil no reconocerlos ya que flameaban las banderas y portaban carteles gigantescos con mensajes especialmente diseñados para la ocasión) pude ver una emoción como no recordaba haber visto desde los tiempos en que Juan Pablo provocaba con su ineludible carisma.

Toda la escena duró poco en tiempo pero fue más que intensa . Luego de saludar y dar la bendición Francisco desapareció tras el ventanal que quedó vacío y en cuestión de segundos las cortinas se corrieron. El público comenzó a murmurar en varios idiomas y la masa homogénea comenzó a separarse.

La escena vivida minutos antes fué modificada y todo volvió a la normalidad. Los turistas sacaron sus palos de selfie y un buen número de asistentes retomaron la rienda para inmortalizar su presencia en el mayor centro de la cristiandad. A su alrededor decenas de sacerdotes, monjas, soldados de la Guardia suiza (verdadera figurita difícil para los fotógrafos intrépidos) y el inefable sonido de las sirenas de ambulancia terminaban de enmarcar la clásica mañana vaticana que todo viajero sueña encontrar.  

Al bordear el semicírculo que rodea a la Basílica divisé una interminable fila (la mas larga que había visto jamás) repleta de personas exhaustas por las inclemencias del verano italiano. Pero quedaba más que claro que las ganas de ingresar al interior de San Pietro podían mas que la fuerza de cualquier rayo de sol impertinente o del agobio que rondaba la amplia explanada de la plaza.  

Las fuentes en todo su esplendor aumentaban el aura de postal que había dejado Francisco 

              La turista agobiada por el calor se dió un respiro bajo las columnas de San Pietro

          La monja africana fotografió todo el esplendor de la plaza y las increíbles fuentes 

Cuando terminé de sacar fotos y de observar el gentío que intentaba ingresar a la basílica guardé la cámara y emprendí el regreso. No era un buen día para intentar una visita (ya conozco los interiores del Vaticano e incluso lo compartí en este posteo) y preferí seguir la caminata hacia la zona del Trastévere, que en el mapa aparece engañosamente pegada al recinto de la plaza pero, nada menos cierto ya que, está bastante alejada y la caminata con el sol del mediodía la vuelven un verdadero via crucis de gladiador. Pero ningún impedimento pudo oponerse a la idea de almorzar frente a la Santa María in Trastévere, entre fuentes de mármol y con la fachada de mosaicos bizantinos más linda de Roma.

Alejado de la plaza y en dirección hacia el Tíber, pasé por uno de los tantos negocios y puestos callejeros que abundan en la zona. Me llamó mucho la atención la cantidad de merchandising que se generó en un tiempo relativamente corto y que era la clara muestra de la "Papamanía" o "Franciscomanía" que se vivencia en cada rincón de la ciudad. Me detuve unos segundos a observar una vidriera y caí en la cuenta de que habían colocado, entre un conjunto de imágenes,  las fotos de los tres papas considerados "buenos" en un mismo plano y al resto, como salidos del cuadro o como si no fueran dignos de tal calificación. 

Por un instante, pensé en la interesante explicación que podría desplegar un semiólogo ante tamaña muestra de identificación, pero no tenía a ninguno cerca como para llevar a cabo la experiencia.    

Si bien camino al Trastévere el paisaje cambió las muestras de la "Papamanía" se hicieron cada vez más evidentes y algunas de características insólitas y divertidas. Era evidente que el Papa Francisco en poco tiempo supo ganarse un lugar en el inconsciente de la ciudad y ahora ocupaba vitrina junto al David de Michelángelo y del clásico soldado romano. Algo está cambiando bajo el sol del Vaticano me dije para mis adentros. Y al parecer, según dicen en Roma, una nueva historia comenzó a escribirse. 

PARA VIVIR LA EXPERIENCIA PAPAL 

Si desean asistir a una audiencia papal pueden conseguir los tickets en la Prefettura della Casa Ponteficia, en el lado norte de la Plaza de San Pedro los lunes y martes a la mañana en el horario de 9 a 13 horas. La otra opción es reservarlas online en la página oficial del Vaticano.

Si lo que desean es sólo ver al Papa y no quieren participar de una audiencia, pueden asistir el domingo a la Plaza San Pietro y escuchar las clásicas homilías que lleva a cabo desde el ventanal de la fachada principal (Urbi et Orbi). Para asitir a la misa de Gallo del 24 de diciembre, el consejo es que lleguen lo más pronto que puedan por que las colas para el ingreso suelen ser kilométricas. Tengan en cuenta que en esa fecha casi la mitad de la proporción de la basílica estará ocupada por religiosos, por lo cual la otra mitad es la que se dispone para el público en general.

MAS INFORMACIÓN
Sitio Vaticano oficial

Cómo llegar
Metro: Ottaviano
Bus: 23-24-34-40-46-49-62-64-81-115-116-590-881-982-990

Horarios de visita de la Basílica
Desde noviembre hasta marzo: de 07:00 a 18:00 horas.
Desde abril hasta octubre: de 07:00 a 19:00 horas.
La cúpula abre una hora después y cierra una hora antes.

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