27 Dec
27Dec

i cuando viajan a Lisboa siguen mi consejo de hacerse una escapada a Sintra, este posteo les aseguro que les puede interesar. Como ya dije cuando les hablé del Palacio da Pena, una vez que terminen la recorrida por aquel increíble sitio, bajen al casco histórico de la ciudad y dedíquense un par de horas (no requiere de más tiempo) para descubrir esa otra perla escondida de la región.

El casco urbano de Sintra se encuentra al pie de las sierras donde reposa el castillo y en él mismo se encuentra el Palacio de Sintra, algo más sencillo que el de la Pena pero no por eso menos interesante. Si quieren pasar una noche allí, en ese barrio podrán encontrar una buena oferta hotelera así como bares de tapas, restaurantes, cafés e infinidad de negocios de recuerdos y callejuelas en sube y baja típicas del paisaje lisboeta. Al igual que el centro de Lisboa, la ciudad de Sintra asombra por dos elementos que las hacen únicas: por un lado la limpieza y el orden de las calles y, por el otro, la tranquilidad y lo cuidadosos que son los habitantes tanto para manejar así como con los peatones que abundan en el casco.

Las construcciones coloniales son un clásico de la ciudad y con sus fachadas desgastadas y otras un poco más coloridas, les harán recordar mucho las postales de Salvador de Bahía o Río de Janeiro, eso sí, sin palmeras y sin playa. 

El Palacio de Sintra es una de las construcciones más antiguas del patrimonio portugués, ya que data del siglo X, época en la que se convirtió en la residencia de uno de los primeros gobernadores musulmanes llegados a la región. Con los años el palacio fué evolucionando y cada uno de los gobernantes que llegaban a él les fueron incorporando elementos arquitectónicos diversos, los cuales derivaron en que en la actualidad, el palacio cuente con una mixtura de estilos que lo vuelven indescriptible e imposible de encasillarlo en un solo estilo artístico.

En su aspecto externo, el elemento que más sobresale por el resto (que es bien sencillo como pueden ver en la fotografía) son las dos chimeneas cónicas que emulan un panal de abejas cortado al medio. Ellas fueron puestas para que realizaran el tiraje de humo de la cocina, ya que, hace siglos, allí se preparaban los platos no sólo de la realeza sino también de aquellos que trabajaban para mantener el palacio.

En su interior, el palacio cuenta con una serie de jardines muy bien cuidados y que servían de sitio de esparcimiento para los huéspedes y en cuanto a lo que hace a los ambientes está dividido en diferentes salas. Las tres que no pueden dejar de ver son la Sala das Pegas (donde hay cientos de cotorras pintadas en la pared que fueron enviadas a pintar por Joao I ya que su esposa era afecta a esas aves y cuentan los documentos que pasaba varias horas del día haciéndoles repetir diferentes palabras), la Sala dos Cisnes (o sala de banquetes, recibe este nombre por que en su forma octogonal está decorada por cisnes que parecen estar volando sobre la cabeza de los comensales) y la Sala dos Brasoes (en la que se encuentran los 74 escudos de todos los reyes de Portugal que pasaron por allí, además de una colección de azulejos digna de ocupar una sala en el Museu do Azulejo). 


Si tienen suerte quizás puedan ver alguna exposición itinerante ya que en la Sala das Galés generalmente se organizan muestras pictóricas, fotográficas o bien de artistas emergentes que encuentran allí un lugar de ensueño para exponer su arte. 

Sobre las murallas que atraviesan parte de la ciudad se encontrarán con carruajes que realizan un paseo de aproximadamente una hora por los principales puntos de la ciudad. Tengan en cuenta antes de tomarlo que hay dos elementos que los tornan un poco complicados (la abultada tarifa para una hora de paseo y el suelo adoquinado que no es uno de los mejores terrenos para andar en un carruaje con ruedas de madera). Les recomiendo que los vean como transportan a otros turistas y aprovechen para fotografiarlos, ya que recortados en el paisaje de la ciudad son realmente una postal.

Piriquita es un sitio ineludible en la visita a Sintra. De afuera parece un bar o una cafetería pero en verdad no es ninguna de las dos; es la pastelería más tradicional de la ciudad. Si ingresan allí podrán probar los más increíbles bolhos, flan de nata, berlinesas gigantes con crema pastelera y toda la lista de pasteis que se puedan imaginar. Además los pueden acompañar con cafés, bebidas alcohólicas y hasta pueden probar la deliciosa ginjinha. Si quieren más información busquen en internet que hay mucha data e incluso está recomendado por empresas como Trip Advisor o la Guía selecta de sitios recomendados en Portugal. 

Hace unos meses en Portugal entró en vigencia una ley de sanidad pública que prohíbe entrar con animales a los bares y restaurantes. En la entrada Piriquita colocó esta placa en solidaridad con los perros que ya no van a poder deleitarse con el olor de los pasteles más ricos del mundo.

En las adoquinadas callejuelas zigzagueantes que caracterizan a la ciudad abundan las tiendas de productos regionales, tiendas de ropa, librerías y casas especializadas en la venta de bebidas alcohólicas típicas. Vale la pena mirar muchas de esas vidrieras por que se van a encontrar con productos mu curiosos además de gran valor artesanal.

Y por último los azulejos, pieza clave e infaltable de la cultura portuguesa. Aquí se los ve decorando una fuente que data de al menos hace dos siglos y que se encuentra en una pequeña plazoleta perdida en medio de las casas que miran desde arriba las chimeneas del Palacio da Pena.

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