02 Feb
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Muchos de los turistas que llegan a París creen que Notre Dame es la iglesia más antigua de la ciudad pero no es así. Es la más reconocida y más icónica, sí, pero no por ello la más antigua. Si se quiere asistir a la más antigua habrá que desplazarse al 6to. arrondissement, ese  mismo que tiene el nombre de santo y que no sólo hizo tan famoso hizo al barrio sino que además, en la década del sesenta, fué la escenografía donde se llevó a cabo la representación cultural más grande de Francia y que sirvió de inspiración inagotable para la bohemia y la intelectualidad mundial, ya que, como bien dijo Hemingway: París era una fiesta.

Pero lo cierto es que el ícono más importante del barrio es la Iglesia de Saint-Germain des Prés, la cual, además de ser el corazón del distrito y la más antigua, guarda en sí misma una rica historia y un buen número de obras de arte que la vuelven una de las iglesias más interesantes para descubrir cuando se quiere visitar las joyas arquitectónicas que legó el cristianismo en el viejo mundo.

1. SAINT-GERMAIN: UNA IGLESIA CON UNA HISTORIA CONVULSIONADA
Si se pudiera comparar a los grandes edificios o monumentos con las personas no caben dudas de que habría que hablar de ella como una anciana que supo sobreponerse con sorprendente dignidad a los cientos de embates que sufrió desde el siglo VI (cuando se mandó a construir por un rey merovingio para que funcionara como sepulcro real y fuera consagrada por el Obispo Germain) hasta casi entrado el siglo XIX, cuando comenzaron las tareas de restauración y mantenimiento.

 Durante esos años, entre algunos de los cambios que sufrió figuran la destrucción total a consecuencia de una invasión vikinga en el siglo IX y la reconstrucción en el año 1000 que contó con el apoyo del Papa Alejandro III. Algunos siglos más tarde, durante la Revolución Francesa, la pequeña abadía funcionó como prisión y luego como depósito de pólvora y municiones (un grave error si se tiene en cuenta que el almacenamiento fue la causa de la explosión que destruyó nuevamente no sólo parte de la arquitectura sino también la biblioteca teológica, una de las más completas de la edad media). Por entonces, y como una forma de utilización del espacio que antes ocupaba el edificio antiguo de la abadía, se edificó la plaza que se encuentra hasta hoy en la actualidad. Y ya en el siglo XIX los arquitectos Gode y Baltard la reconstruyeron dejándola en el estado en que se puede ver actualmente.  

2. LA ABADÍA EN SU INTERIOR
Es una fría mañana de enero y, para variar, París amaneció nublada. Los cafés de Saint-Germain son como se ven en las postales, ni más ni menos. La mayoría de la gente que los puebla fuma mientras toma café y los perros permanecen atados a las patas de las mesas esperando que se termine el ritual y los dejen continuar con el paseo. La escultura gigante de la cabeza de mujer salida del genio de Picasso se alza soberbia en medio de la plaza adoquinada que sirve de escenario para que la iglesia muestre esa imagen que puebla las guías de la ciudad.

 Me alejo de la plaza y cruzo la angosta callejuela que me deja en la puerta misma de la vieja abadía. Atravieso el pórtico de madera desvencijada y una señora con gorro de piel me da la bienvenida. Adentro la iglesia parece un iceberg. El exceso de mármol y la poca luz que se filtra desde los vitrales que resisten desde el el medioevo hacen del lugar un sepulcro. Los pocos visitantes que caminan lento y en silencio no se animan a quitarse la bufanda de la cara y aquellos que lo hacen, esgrimen un humo blanco de sus bocas que aumenta más la sensación de frío. Los pasos resuenan con un eco que hiere y en el aire se respira un fuerte olor a humedad. La anciana huele a muerte pero lo que esconde en su interior bien vale la pena el esfuerzo.

¿Para qué el espíritu de Saint-Germain ilumina? Al finalizar la visita puede ser que se obtenga la respuesta.  

La iglesia en la entrada tiene estos folletos con los tópicos y problemáticas que aquejan al hombre cristiano. Aborto, confesión, eutanasia, familia, divorcio, problemas afectivos y la aceptación de la muerte como parte del proceso de la vida son algunos sobre los cuales se intenta echar luz de una forma moderna y didáctica. 

El espacio que integra el Altar del Santísimo Sacramento es muy sencillo y, al igual que sucede en las iglesias más importantes de París, las austeras sillas de madera y paja engalanan el lugar brindando la idea de pobreza que prodiga la iglesia. 

En su interior la Iglesia está integrada por varias capillas, dedicadas a diferentes santos o personajes históricos que pasaron por ella y que dejaron o bien un grato recuerdo o bien el agradecimiento de la comunidad eclesiástica quien les dedicó una placa (a modo de pequeño mausoleo) o bien bautizándolas con su nombre. 

Placas de agradecimiento de los fieles por promesas cumplidas. En la actualidad ya no se permite esta práctica y estas quedan como forma de testimoniar los tiempos en los que sí estaba permitido. 

Capilla de Santa Margarita: esta pequeña capilla (antes dedicada a San Mauro) acoge las tumbas de Olivier y Louis de Castellane (muertos en 1664 y 1669). La escultura de las dos figuras femeninas son del escultor François Girardon

 Altorrelieve en madera del 8/12/1658 que testimonia la consagración espiscopal en la vicaría de Saint- Germain. 

La nave de la iglesia es de estilo románico y data del siglo IX. Cuenta con cinco pasillos y las columnas exhiben líneas geométricas y algunas escenas de la vida cotidiana. Estas sirvieron de ejemplo para la construcción de las columnas de la Abadía del Cluny, que se encuentra en el mismo barrio a algunos metros de la plaza principal del barrio.  

La imagen de la Virgen María con el niño en brazos es una de las esculturas más antiguas y mejor conservadas de la iglesia. Allí mismo se encuentra el fresco que representa la Adoración de los reys magos y la Presentación del Arcángel San Miguel.  

La adoracion de los magos

Escultura del siglo XIV que representa a Nuestra Señora de la Consolación

Capilla de San Benito: esta capilla tiene una escultura dedicada al santo y triple placa funeraria en honor a Montfaucon, Descartes y Mabillon  

Con la tumba del rey de Escocia finaliza el recorrido a lo largo de la vieja abadía. Las brillosas columnas de mármol negruzco ya no lucen tan frías como cuando ingresé. El sol comenzó a asomarse y la temperatura empieza a subir. Las voces de un grupo de turistas japoneses que proviene del gift shop ubicado en la entrada resuena en el pasillo contrario que termina en la puerta de ingreso. La señora del gorro de piel sigue sentada custodiando la entrada pero ahora se durmió. Cuando escucha caer la moneda en el plato de cobre que tiene sobre una pequeña mesa improvisada, se despierta y me dice: Merci!.

Cruzo la calle adoquinada y vuelvo a tener en primer plano las mesas de los cafes del Boulevard más lindo de París. Me quedo un rato observando la fachada e intento imaginarme a los vikingos incendiándola y saqueando cuanto oro encontraban a su paso. Hago un esfuerzo más e intento imaginar a las mujeres y hombres de la edad media que llegaban hasta allí pidiéndole al gran Dios que les regale un día más de vida (y es inevitable que la imagen no responda a un cuadro de Brueghel). 

La visita bien merece una foto, así que cuando pasa un transeúnte con cara de buenos amigos le pido si me hace el favor de inmortalizarme junto a la anciana. Atrás queda el olor a humedad y el frío insoportable que transmite el mármol. Por suerte en la plaza, como en el libro de Hemingway, París huele a café y la fiesta se prolongará, a unos paso más allá del Sena.

Más info:

Iglesia de Saint-Germain des Prés 

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