Colorida, ajetreada, ecléctica y ruidosa son solo algunos de los adjetivos con los que se puede calificar a la Avenida Athinai, principal arteria de la ciudad de Atenas y una de las más pintorescas para descubrir el modo de ser de los griegos. Ubicada en una de las zonas más neurálgicas de la capital, esta amplia avenida se alza como un verdadero mercado persa enmarcado entre palmeras, transeúntes y el Partenón que, a lo lejos, desde la Acrópolis, la custodia celoso como un viejo guardián.
El hotel estaba ubicado a pocos metros de la principal avenida del centro de Atenas. Cerca de las seis de la mañana me desperté para desayunar y planear qué visitaría en ese día que, la noche anterior, anunciaban en televisión que se presentaría lluvioso y algo fresco. Antes de ingresar en el desayunador pasé por la puerta vidriada del acceso principal y ví como los comerciantes de las callejuelas paralelas levantaban las cortinas y sacaban a la vereda los cacharros de cerámica, las especias, las mangueras enroscadas, las luces de mecánico, las ropas de trabajo y otros tantos cientos de artículos que sólo pueden convivir bajo un mismo cielo en aquel conglomerado de Monastiraki.
El invierno ateniense es uno de los más eclécticos del mundo: se amanece con niebla, al poco tiempo se despeja, en menos de una hora sale el sol y a media mañana es probable que te encuentres volviendo al hotel para dejar la mitad de las cosas que te pusiste encima creyendo pasar un día invernal. Así es como, conociendo el jueguito que propone el clima, decidí aguantar un poco las bajas temperaturas y a las siete en punto salí en dirección a la famosa avenida.
Si tuviera que usar pocas palabras para definir la avenida, no dudaría en usar la frase "El gran teatro del mundo". En pocos lugares del planeta pueden verse ,en un espacio tan corto, (tiene menos de un kilómetro de longitud desde su naciente en la Plaza de Monastiraki y su finalización en la estación de metro de Omonia) tanta heterogeneidad de gente, de mercaderías, de objetos, de propuestas comerciales, de bares, de comidas al paso, de mercados y de personajes que la pueblan y que la hacen una experiencia multisensorial que difícilmente se olvide una vez vivida.
Así es como si se tratara de un gran escenario donde los personajes pasan a improvisar una situación y con ellas acaban inevitablemente modificando el paisaje, aparecen ante los ojos personajes, conductas, modos de ser, olores, musicalidades e incluso palabras en diferentes idiomas y dialectos que dan la sensación de estar caminando por las sinuosas laderas de la Torre de Babel.
Pero como bien saben, mejor que decir es mostrar, así que vean algunas muestras de lo que les cuento:
Los bazares de ramos generales abundan en la zona. Muchos de ellos venden artículos tan dispares como sillas, elementos de bazar, alfombras, cuchillos, lámparas y hasta algunos objetos destinados a las diferentes liturgias que se llevan a cabo en la ciudad (en Atenas conviven las iglesias ortodoxas, católicas y coptas).
Los grandes mercados son la opción para perderse y encontrar los más variados objetos. La mayoría de ellos tienen una enorme superficie repleta de mercaderías y ,en algunos, al mejor estilo de mercado persa, diferentes callejuelas los dividen según rubros (alimentos, bazar, alfombras, etc). Desde muy temprano ya están atestados de gente que asiste a ellos por ser una de las opciones más económicas a la hora de adquirir alimentos frescos. Luego, durante el día, se produce una merma de público por lo cual es aconsejable ir luego del mediodía si se quiere hacer una visita y tomar fotografías de un modo tranquilo.
Los mercados destinados sólo a la venta de alimentos son los que mayor afluencia de público convocan. Atendidos en su mayoría por turcos, inmigrantes africanos y también albaneses (estos últimos ven a Grecia como el país indicado para iniciar una vida fuera de los límites de su geografía) se encuentran abiertos durante todo el día y tienen la mayor amplitud horaria. Es muy llamativo ver la mezcla que existe entre la forma tradicional de exhibición de la mercadería (colgada, en algunos casos con sistemas de refrigeración dudosos) y las nuevas tecnologías, representadas en los plasmas gigantescos que publican las ofertas del día, por supuesto, en griego.
Los turcos son los especialistas en la venta de diferentes quesos y también en la elaboración de dulces que son muy difundidos en la región y poco conocidos fuera de Grecia (incluso en el resto de países de Europa desconocen muchas de las recetas propuestas por estos vendedores callejeros). Tanto los vendedores como los diferentes negocios del mercado, son una buena opción para probar diferentes alimentos a muy bajos precios (una recomendación: si van a probar dulces o algunas de las frutas secas que venden compren poca cantidad ya que, en varias oportunidades, la estética de los alimentos no concuerdan con el sabor).
Cerca de dos cuadras de la avenida están destinadas a la venta de diferentes animales. Algunos de ellos pertenecen a veterinarias reconocidas y legalmente habilitadas, pero, alrededor de ellas, se montó una especie de mercado negro donde es muy fácil conseguir perros, gatos, palomas, conejos, aves y otros animales exóticos por pocos euros (además si se tiene en cuenta que en algunos de los negocios se usa la técnica del regateo, la adquisición de una mascota puede hacerse prácticamente por el mismo importe que cuestan las golosinas en los mercados aledños).
La venta de ropa también se encuentra difundida en esta zona, aunque, si buscan variedad, precio y calidad es mucho más aconsejable la Plaza de Monastiraki (donde se puede comprar indumentaria y calzado por la tercia parte de lo que cuesta en otras capitales europeas). Obsérvese que en esta fotografía, al lado de la señora del tapado marrón se desplaza lentamente un monje ortodoxo (tanto que, estando yo en la vereda de enfrente, me reconoce y acusa con actitud desaprobatoria mi impertinente atrevimiento de reportero).
Ya sobre el final, en la Plaza de Omonia, la avenida se funde en una amplio espacio verde donde confluyen gente de todas las edades y características. Allí se ubican decenas de vendedores de billetes de la lotería oficial y de otros juegos de azar con premios menores. En tiempos de crisis el azar es una buena opción para alimentar la esperanza, así que estos vendedores tienen éxito durante el día.
Cerca de la tarde los negocios comienzan a cerrar y la afluencia de público que durante el día hizo de la zona un gran teatro griego, sumen a la avenida en un silencio y una oscuridad tal que la transforman en otro sitio, completamente diferente a la que es con la luz del día. Entonces la vida se traslada a unas cuadras, al corazón de Monastiraki, donde al caer la noche, entre ruinas romanas y mandolinas que reviven los clásicos de Mikhis Teodorakis la Acrópolis se alza soberbia iluminándolo todo.
Circuito comprendido entre la Plaza de Monastiraki y la Plaza de Omonia
Cómo llegar:
* A pie desde Monastiraki u Omonia
* Metro Monastiraki
* Metro Omonia