Desde que Bram Stoker en 1987 se inspiró en el Castillo Bran para ambientar la historia del Conde Drácula, el castillo perdió su verdadera identidad y se transformó en un espacio cargado de mitos y misterios que se prolongaron hasta la actualidad. Si bien es cierto que allí pasó una temporada Vlad Tepes (considerado el “empalador de los Cárpatos” y a quien los rumanos le deben el hecho de no haber sido conquistados por el temerario imperio otomano) no es que habitó allí toda su vida ni mucho menos lo utilizó como escondite para cometer sus fechorías sangrientas o para descansar eternamente en un ataúd escondido en alguno de los miles de rincones que alberga.