10 Dec
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El Callejón del Oro ubicado en el complejo del Castillo de Praga alberga mucho más que la casa con el número 22 donde habría vivido Kafka buena parte de su infancia. Un claro ejemplo de esto es el interesante Museo Hracek de Juguetes ubicado sobre la Calle Jirska (al lado del Callejón y frente al Palacio Lobkowicz) el cual fuera pensado antaño como un auténtico hospital de marionetas y que hoy alberga una de las colecciones de elementos lúdicos más importantes del país.

Si bien es cierto que muchos pasan delante de su fachada cuando caminan por el famoso callejón de aires kafkianos, son muy pocos los que entran, ya que sólo quienes levantan la vista y reconocen al simpático personaje con un clarinete en la mano que engalana la entrada, son los que se percatan de que allí dentro funciona uno de los museos más curiosos de la ciudad. Eso sí, los que tienen la capacidad de ver “mas allá” jamás se olvidarán de la experiencia que vivirán en ese espacio, ya que redescubrirán al niño interno que parecía adormecido y que al entrar allí podrán revivir en cuestión de segundos.

150 AÑOS DE HISTORIA LÚDICA EN UN PEQUEÑO CASTILLO 

La colección que forma parte el contenido del museo corresponde a la muestra privada de un checo llamado Iván Steiger, quien además de graduarse como ingeniero, escribir guiones cinematográficos, incursionar en el cómic (ilustró una de las versiones checas de la Biblia para niños) e incluso filmar dibujos animados, se dedicó a recolectar todo aquellos juguetes que caían en sus manos casi de un modo compulsivo.

Así es como, a lo largo de los años, consiguió alzarse como el mentor de una de las colecciones mejor logradas de Europa del este. Quizás ese pasado de cómic y su afición al género sean los que expliquen por qué en la entrada del museo - antes de ingresar a las 60 vitrinas que se encuentran repartidas entre casi 7 salas organizadas en dos plantas – el visitante es recibido por un gigantesco Superman y una pulposa Mujer Maravilla, ambos en fibrocemento.

Una vez adentro se puede optar por recorrer la planta baja o bien comenzar por el segundo piso, al cual se accede a través de una escalera de piedra –excelentemente pulida- y que atesora una importante colección de muñecas Barbie, tantas que sorprenderán al viajero que se encontrará reconociendo algunas tan llamativas como inéditas, ya que muchas de ellas fueron creadas para ocasiones especiales pero nunca salieron a la venta en ningún lugar del mundo.

Si se deciden por comenzar el recorrido en forma ordenada lo mejor es hacerlo por el primer piso, ya que allí comienzan las vitrinas a exhibir las diferentes piezas en orden cronológico. Las piezas son de lo más variadas y están fabricadas en los más diversos estilos así como en los materiales más extraños, pudiendo encontrarlos de chapa (como los de una colección de muñecos hindúes), de madera (originarios de mediados del siglo XIX) y otros que son la conjunción de elementos como la porcelana y el pelo de animales exóticos (como es el caso de una banda musical de gatos perfectamente conservados con sus vestidos y las pieles tan impecables como cuando los fabricaron hace casi un siglo).

 En este mismo plano del edificio, como no podía ser de otra forma, podrán encontrarse con una interesante colección de muñecas de porcelana (de esas que tienen pelo natural y fueron fabricadas con el antiguo sistema de apertura y cierre de los ojos) creadas con materiales que ya no existen y que las hacen piezas de un gran valor económico. Asimismo, en ese mismo sector, sorprende a la vez que impresiona una pequeña serie de muñecos- reproducción de bebés en situaciones de llanto, los cuales dado el realismo con que fueron construídos hacen pensar que se trata de criaturas reales como esas que salen en los films de horror.

En la vitrina de enfrente a las muñecas lloronas, se encuentra una colección de casas de muñecas de estilo victoriano, tan perfectas y detallistas que hacen pensar en la genialidad de los autores que llevaron a cabo las diminutas representaciones de las diferentes escenas de la vida que ya aparecía con toques de modernidad (se pueden ver escenas donde las familias cenan, se juntan a leer en una sala de lectura perfectamente ambientada con sus bibliotecas o bien a un grupo de niños tendidos sobre sus camas esperando el momento en que sus padres lleguen a contarles un cuento).

Allí mismo pueden verse reproducciones casi perfectas de algunas maquetas de lugares verdes de Praga (jardines reales, plazas, lagos) los cuales han sido ambientados con todos los elementos posibles (tanto humanos como de objetos) para representarlos tal cual fueron en aquellos años. Aquí mismo aparece una serie de autobombas, carros de fuego, camionetas de reparto de leche e incluso réplicas en miniatura de algunos de los típicos trenes checos (blancos y rojos con un riel sobre el techo) del siglo pasado.

Pero cabe destacar que lo más importante de este piso no son las muñecas, los animales ni las reproducciones de sitios palaciegos: lo son los Juguetes de la época del comunismo. Con más de una decena de objetos que pertenecieron a los duros años en los que Checoslovaquia formaba parte del grupo denominado Bloque de Repúblicas Socialistas Soviéticas, allí se puede deducir como fue aquella época con sólo observar la las acentuadas líneas (típicas del constructivismo ruso), la escasez de colores y la austeridad de los materiales con los que se diseñaron los objetos que alegraban a los niños de entonces.

El segundo piso del edificio está dedicado a la mítica muñeca Barbie, un personaje que si bien poco tiene que ver con el espíritu para el cual fue creado el museo, ha sabido encontrar su lugar, sobre todo cuando después de la caída del Muro de Berlín, en Praga, también plantó la bandera de la belleza ganando una estrella más en su haber y alzándose en un punto más del globo como el paradigma de mujer occidental.

Este espacio es contradictorio, por que si bien uno llega a él cargado de prejuicios, con el correr de la visita, se va dando cuenta de que en realidad es muy interesante lo que se ha logrado con ese producto y sobre todo, cómo han sabido, a lo largo de la historia, explotarla para que en cada una de las décadas fuera mutando desde su creación allá en la década del sesenta para lograr representar a la mujer del momento.

 LA PRINCESA AMERICANA EN LO ALTO DE LA TORRE

Pero no sólo muñecas rubias son las que abundan en las vitrinas de lo alto del museo. Apenas ingresar en la sala principal, aparece un escaparate con un centenar de de personajes de la historia del cine y algunos filmes, entre los que se encuentran desde Clarke Gable (con sus orejas y su clásico atuendo de Lo que el Viento se llevó) a Frankenstein, su novia, los Locos Addams, Star Wars, El Mago de Oz, Volver al Futuro, Cabaret y otros éxitos de taquilla del cine mundial. 

Allí mismo se encuentra otra colección que es la de celebridades (muchas de ellas están tan bien logradas que parecen ser muñecos de cera) tal es el caso de Michael Jackson, Los Beatles, Madonna, Cher, Dolly Parton, Rolling Stones, U2 y artistas como Liza Minelli, Lyz Taylor, Andy Warholl, Audrey Hepburn y Diana Ross.

 En una vitrina al lado de las celebridades se encuentra una colección completa de las versiones en muñecas y muñecos de todas las reinas, reyes y príncipes de las casas más importantes del mundo, desde la Reina Victoria hasta la actual Princesa de Jordania, aunque no cabe duda de que, las que se llevan todas las miradas son una decena de muñecas vestidas por los más eximios diseñadores del mundo, quienes crearon las piezas especialmente para ellas y que llevan el sello de firmas como Armani, Versace, Gaultier, Dolce & Gabbana, Channel o Nina Ricci.

Las últimas piezas son aquellas de la colección de Barbis étnicas, en las cuales se puede apreciar ejemplares con ropas típicas de cada una de las mujeres correspondientes a la mayoría de etnias que pueblan nuestro planeta, las cuales no solo llaman la atención por la elaboración de los vestuarios sino por la belleza de sus rostros, ya que, en algunos casos, parecen superar a las clásicas americanas que siempre aparecieron como el paradigma de la belleza.

Si quieren pasar una agradable tarde acompañados por miles de juguetes de todos los tiempos y no perderse la oportunidad de indagar en las diversas formas la capacidad lúdica del ser humano, no dejen de incluír en una visita a Praga, unas horas para asistir a este museo, casi único en el mundo y que los conectará con su niño interno, tantas veces olvidado o no escuchado por el ensordecedor trajín del ritmo modeno. 

Horario del Museo del Juguete de Praga: todos los días de 9:00 a 17:30
Precio: 60 CZK (2.35 €)
Dirección: Jiřská 4/6 (castillo de Praga)
Teléfono: 420 224 372294
Cómo llegar al Museo del Juguete de Praga: Tram línea 22, paradas Královský letohrádek, Pražský hrad, ó Pohořelec. Metro línea A (verde), estaciones Malostranská ó Hradčanská. 

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