La actividad museística en la capital rumana no es una de las bondades que más sobresale cuando el viajero se decide a conocer la ciudad. Con una oferta bien escasa e inclusive – en algunos casos- poco atrayente para dedicarle un tiempo de visita, el Museul Nacional de Historia se alza como una de las opciones más interesantes para aquellos amantes del pasado y del arte que quieran inmiscuirse e indagar en el interesante y misterioso legado de la cultura rumana.
Siguiendo los más estrictos cánones del clasicismo francés, el Museo Nacional de Historia se encuentra ubicado en la Calea Victoriei Nº 12 y ocupa uno de los edificios más bellos que puedan verse en el casco cívico de la capital.
Apenas se atraviesa la puerta de entrada – la cual se alza soberbia y ornamentada- sobreviene la sensación de que algo no encuadra, ya que la taquilla principal es de una austeridad tal que sorprende y desentona con la estructura principal, aunque claro está, no es conveniente llevarse por apariencias por que, si bien el museo en su interior no es lujoso (incluso algunas salas se encuentran en plena refacción) atesora una colección de piezas más que importantes en la historia de la humanidad.
UNA SALA REPLETA DE FRAGMENTOS
El Museo no tiene un gran número de salas, más bien se puede decir que para exhibir los elementos que lo componen, sus organizadores han optado por la clásica división espacial por plantas, siendo la baja por la cual se empieza la visita y luego se pueden visitar las otras dos por separado (la del subsuelo y el primer piso), dado que cada una de ellas mantiene una unidad temática bien diferenciada del resto.
Así es como engalanando el espacio que bordea a la entrada se encuentran restos de Frisos de Samotracia y un medallón de Micia del siglo II d.c. encontrados cerca de Transilvania y que pertenecieron a los pobladores de origen romano cuando Bucarest aún no existía como tal y formaba parte del increíble y extenso Imperio romano.
Siguiendo el recorrido, y ubicados al lado de estos frisos, se encuentran muy bien acomodada y prolijamente referenciada una colección de Capiteles bizantinos extraídos tanto de palacios góticos del S. XV como de diferentes construcciones rumanas, las cuales los incorporaron como objeto de arte durante muchos años, hasta que finalmente fueron entregados a la colección del museo para su exhibición como patrimonio histórico.
En el lado opuesto de la sala -y en un rincón menos iluminado- se encuentra un sector al que se podría denominar abiertamente como “sala mortuoria” ya que en un pequeño espacio exhibe un fragmento de tumba (que data del 1556 y que perteneció a la Princesa Despina, esposa de Basarabs, rey de Valachia) y dos sarcófagos que representan en sí mismos la mentalidad del hombre medieval y la cosmovisión que por entonces tenían de la muerte.
Uno de ellos, perteneciente a Sofía Potocky (fechado en 1583) tiene en su tapa la figura esculpida del cuerpo entero de la difunta y sorprende el excelente estado en el que se mantiene, aunque, el rostro de la mujer es la única parte que parece haber claudicado frente al paso del tiempo, seguramente como consecuencia de la erosión o los errores cometidos desde su lugar de origen al museo.
La otra pieza mortuoria es un sarcófago que habría pertenecido a Balasa Cantacuzino, y a diferencia de la figura humana que representaba el anterior, en éste pueden apreciarse los vestigios del medioevo, ya que sobre la amplia y pesada tapa de piedra, reposa soberbia un águila de dos cabezas y una inscripción en lengua antigua, a la vez que todo el diseño se ve coronado por la flor de lis, símbolo de la hegemonía política y claro signo del poder imperial dominante por entonces.
Antes de abandonar la sala para dirigirse al subsuelo, es recomendable detenerse ante dos Inscripciones, dadas su importancia, tamaño e interesante iconografía: la de la Iglesia Maxineni del S. XVII y la de la Torre Coltei, fechada en 1714. La primera de ellas tiene un cisne con la corona sobre su cabeza y dos ángeles en claro signo de protección celestial. En cada una de las esquinas, 3 leones alados y un ángel en la margen superior del recuadro enmarcan la escena dejando al descubierto el poder que Roma ejerció sobre el territorio rumano.
La otra inscripción,si bien es de menor tamaño e importancia, se destaca tanto como la otra debido al excelente estado de conservación y el destacable trabajo de restauración que los arqueólogos hicieron sobre ella.
LA HISTORIA DE ROMA RESUMIDA EN TRES PLANTAS
En el subsuelo del museo reposa una de las mejores copias que se haya hecho de la Columna de Trajano, aquella que se encuentra en pleno centro histórico de Roma y que cuenta a lo largo de toda su circunferencia, las conquistas obtenidas por el imperio romano. Si bien esta copia –casi perfecta, según los estudiosos de la historia del arte- muestra gran parte de la historia del imperio tal como la original, difiere de aquella dado que en la actualidad no esta completa ya que debido a los traslados y al paso del tiempo perdió gran parte de su longitud hasta quedar tal cual como se la ve en la sala del subsuelo.
A lo largo del perímetro y casi como envolviendo la estructura cilíndrica, los altorrelieves perfectamente esculpidos exhiben escenas de la vida romana (tales como los encuentros de gobernantes y ciudadanos en el Foro, los marines de la flota imperial en plena acción, escenas de luchas durante el período de colonización y, hasta incluso, algunas de tipo propagandístico en las cuales se ve a Trajano dirigiéndose a la masa popular en algunos de sus discursos públicos)
Para aquellos amantes de la historia recomendamos comenzar por el subsuelo y luego ir subiendo cada una de las plantas, así pueden obtener una vista acabada y correlativa de la colosal columna que se alza como el centro más importante del edificio.
Una vez recorridas estas dos salas, aún queda una mas por conocer: la de orfebrería y joyas imperiales. Ubicada en el segundo piso del edificio y rodeada de unas paredes extrañamente coloreadas de violeta púrpura, se puede ver una de las colecciones de joyas, piezas de orfebrería y de elementos reales más completas de Rumania. En este espacio, los objetos que se destacan son una biblia impresa en tiempos de Gutemberg (y con su encuadernación totalmente pintada en oro) y la serie de coronas y collares que usaron las mujeres que durante décadas formaron parte de la monarquía, ya sea como reinas o bien como nobles aristócratas ligadas al poder.
Como corolario final, el museo es interesante y con algunos objetos que bien valen la pena detenerse un par de horas para descubrirlas. Eso sí, quienes quieran largarse a la aventura del descubrimiento –y a diferencia en museos de otras ciudades del mundo- deberán sortear algunas cuestiones que, como bien me explicó un empleado “ya forman parte del folklore rumano”, y que tienen que ver con una infraestructura descuidada , escasísima iluminación en la mayoría de las salas, deficiente información acerca de las piezas exhibidas, ausencia de guías en diferentes idiomas, la no presencia de una cafetería o sitio de descanso para los visitantes y también, la falta de personal para atender la tienda de recuerdos y de merchandising del museo, ya que en varias ocasiones se debe esperar varios minutos hasta que aparece algún empleado que se digna a atender.
En el interior del museo no se pueden tomar fotografías , ni siquiera pagando un suplemento por la cámara y el derecho de fotografía. Aconsejamos chequear con algún ente de turismo los horarios y los días de apertura, dado que dependiendo la época del año en que se lo visite varía el horario de apertura y cierre.