05 Jan
05Jan

1. Crónicas desde el encierro (o de cómo la vida nos cambió de un modo inesperado)

En una de sus tantas canciones inolvidables Rubén Blades acuñó una frase que se hizo famosa y que ya debería estar considerada patrimonio de la humanidad: “La vida te da sorpresas…sorpresas te da la vida”. Y este año que pasó, mas que nunca, tuvimos la posibilidad de experimentar la veracidad de cada una de las palabras de aquel pegadizo estribillo caribeño.

Pero lo cierto es que lejos del calor del Caribe y de los momentos de placer que los viajeros saben atesorar en aquella región, los primeros días del otoño porteño trajeron una noticia que parecía difícil de creer no solo por el alto valor de surrealismo que portaba en su esencia sino también por lo inesperado: el mundo entero había sido atacado por un virus desconocido y las cifras de muertos e infectados habían hecho saltar las alarmas de la Organización Mundial de la Salud bautizando a la tragedia como “Pandemia”.

Desde aquel chiste de Mafalda en el que  la conocida Susanita se jactaba de que los problemas mundiales a la Argentina no le afectaban porque “por suerte el mundo quedaba tan lejos” esta vez no era cierto y nuestro país, en pocos días, comenzó a registrar los primeros contagiados provenientes de algunos de los países europeos en los cuales la tragedia ya había mostrado su cara más feroz. 

En pocos días nuestra realidad cambió notablemente y la gran mayoría pasamos a estar en un confinamiento que al principio creímos momentáneo (algo que no sucedió ya que al  momento de escribir este artículo cuento en nuestro haber mas de nueve meses de encierro) pero que, con el paso del tiempo y el agravamiento de la situación, nuestros hogares se parecieron cada vez más a una celda de lujo y el mundo exterior, ese que antes podíamos recorrer a gusto con total libertad, ahora parecía una escenografía antigua que esperaba ser desarmada después del final de un rodaje.

En poco tiempo nuestro habitual lenguaje cambió y nuevas palabras ocuparon la mayor parte de las conversaciones, las noticias, los anuncios, las charlas telefónicas y los chats, benditos chats que cambiarían la forma en la que los seres humanos nos comunicaríamos desde aquel marzo fatídico hasta el día actual. Así es como expresiones como Covid, confinamiento, distanciamiento social, alcohol en gel, barbijo, tapabocas, respirador, infectados, neumonía, pérdida de olfato, tos, fiebre, brote, rebrote, virus y una serie de siglas que intentaban acortar los nombres que el Estado creaba para generar conciencia de la gravedad de la situación (tales como AMBA, ASPO, DISPO) se transformaron en sinónimos inevitables de una gran palabra que aumentó su poder ofensivo y que nadie quería escuchar: MUERTE.

Con la muerte “echando rasero” como dicen los mexicanos e implorando salvación a la deidad que cada uno tenía por guía, los humanos nos encontramos asistiendo a un teatro del horror como nunca antes habíamos experimentado. Desde los primeros días del ingreso a la tragedia globalizada más importante de la historia los medios de comunicación (pero sobre todo las redes sociales, verdaderas reinas de este aquelarre) comenzaron a exponer reflexiones como la que elegí para ilustrar este artículo y que nos ponía de narices frente a lo que todos sabíamos que algún día sucedería: el hombre atentó contra la tierra durante miles de años y había llegado el momento de pagar la deuda. 

Y la explicación, mas allá de las convicciones de cada quien o de la participación culposa de cada individuo, parecía ser cierta porque la televisión informaba alegremente que después de los primeros días de confinamiento social los canales de Venecia amanecieron mas limpios, que los cerdos otrora escondidos en pueblos de Asia altamente contaminados tomaron las carreteras y emprendieron su "Viaje de Chihiro" y que hasta en nuestras pampas inhóspitas, una familia de carpinchos -emulando a la “Libertad guiando al pueblo” de Delacroix en versión zoomorfa- ingresó impunemente en una de las zonas mas exclusivas ganadas al río a la vez que se bañaron en un lago artificial y se sacudieron sus pelajes frente a la mirada azorada de los millonarios que, desde sus jaulas de oro, los observaban con envidia insana.  

Así nos hicimos conscientes de la existencia de la pandemia, llena de situaciones y noticias increíbles, testimonios de médicos que se filtraban por whatsup y que vociferaban entre llantos y congojas la imposibilidad de frenar al enemigo (y con una buena parte de la población local que utilizó la muerte y el dolor de los enfermos como bandera opositora y que no sintió la más mínima empatía por aquellos que, día tras día, pasaron a  engrosar el horrendo contador oficial de la muerte). 

Y así es como, en medio de semejante escenario, la idea de recuperar en algún momento el espacio y volver a subirse a un avión para recorrer el mundo dejaron de ser posibilidad y se transformaron cada vez con más fuerza en un relato fantástico. 

2. ¿Qué? ¿Quien? ¿Cómo?¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Porqué? ¿Para qué?

Cuando se estudia Periodismo, la "Ley de las 7 W" (según fueron creadas en idioma inglés) supone la posibilidad de contar con la información necesaria para escribir un artículo. El periodista que las responde, dicen, tiene en sus manos los argumentos para construir y exponer lo que los hombres llaman "realidad". Pero lo cierto es que tan desconcertante es la situación que atravesamos y la fragilidad en la que quedamos frente a este enemigo mortal que, desde el inicio de la pandemia, aún hoy, no he podido responder ni una sola de ellas. 

El "Qué", por ejemplo, aún está en duda por muchos. Los científicos todavía no lograron desentrañar los secretos de su naturaleza y, al parecer, por estos días, nuevas versiones de la cepa comenzó a proliferar por los rincones mas antiguos del viejo mundo. El "Quién" es aun mas complejo de determinar, ya que dependiendo de cuán conspirativo sea nuestro pensamiento le podremos echar la culpa sin piedad a los chinos, a los rusos, a los judíos (y el corolario se podría extender a homosexuales, negros, indios o cualquier otro colectivo considerado minoritario). De esa forma, sin "Qué" y sin "Quién" el resto de las preguntas no vale la pena responderlas porque sería como intentar mantener erguida la estructura de un "Jenga" en medio de un terremoto.

Así es como ante la falta de explicación lógica al problema, algunos filósofos modernos (que se creen los dueños de los derechos de autor de los dramas contemporáneos) pusieron a trabajar sus plumas intentando explicar aquello que aún no se sabía ni que era, ni porqué era y mucho menos para que. A partir del mes de abril agotado de tanta metralla mediática y de conjeturas de ciencia ficción, me propuse tomar este tiempo de pausa, receso y de introspección obligatoria para pasar revista a los últimos viajes que hice y de los cuales aun no había podido compartir con ustedes por falta de tiempo (esa es la razón por la cual me mantuve en modo silencioso). 

Y créanme que con ese pequeño cambio de actitud la sensación de encierro e incertidumbre por volver a viajar se disiparon enormemente y me emularon a resignificar este espacio y volver con mas fuerza. "Recordar" es volver a pasar por el corazón dicen y eso me propuse hacer en este tiempo de alejamiento: trabajar en las crónicas de viajes y seleccionar el enorme registro fotográfico que acompañará a muchos de los artículos que, desde este regreso, compartiré con ustedes queridos lectores de tantos años. 

Pero dicho proceso no fue fácil ni surgió de la noche a la mañana. Al igual que muchos de ustedes pasé por todos los estados de ánimo, diferentes cortes de pelo, aumenté de peso debido al sedentarismo y el encierro, me banqué de manera estoica no ver ni abrazar a nis seres queridos y evité emocionarme cada vez que desde los canales internacionales veía las imágenes de mis ciudades favoritas tan vacías y desoladas como mi barrio de San Telmo ese por el que luego de tres meses volví a caminar "embarbijado" una fría tardecita de agosto.

En el "mientras tanto" me prometí robarle tiempo al capitalismo siniestro que nos domina y repasar los últimos viajes que hice para detenerme imaginariamente en cada una de las ciudades por las que pasé y así evocar las calles que recorrí, la gente que conocí, las costumbres y la culturas que descubrí, la historias que experimenté y las imágenes que mi ojo le dio en préstamo a la cámara de fotos para que las registrara como un documento inalterable mas allá de mi memoria. 

En medio de la pandemia compré una nueva cámara de fotos (los tiempos actuales crean artefactos que duran cada vez menos y nos obligan a cambiarlos con mayor rapidez) y pese saber que no la usaría en "exteriores" por un largo tiempo jugué con ella en los cortos espacios de mi departamento, ese que ya a esas alturas se oficiaba de estudio de televisión, aula, lugar de encuentros virtuales con amigos y hasta de micro cine cuando el sofá se transformó en butaca y la pantalla de la tele en un plan de evasión como pocos.

3.Luego el sol fue secando la ropa... 

Cuando aquella tarde de agosto el presidente explicó que las cifras de los infectados y muertos habían registrado un descenso y que pasábamos a una etapa de mayor libertad, créanme que me llené de esperanza. Después de tantos meses en los que las imágenes de la muerte, la incertidumbre, el desasosiego y las malas noticias inundaron nuestras vidas, una rayo de luz parecía encenderse. Guardando los cuidados exigidos por los expertos de la salud (distanciamiento, no contacto físico, alcohol y barbijo) un día salí a la calle, me reencontré con familiares, amigos y desacralicé la idea de que el mundo exterior había cambiado hasta volverse irreconocible. 

Así volví a recorrer las calles de mi barrio y las encontré diferentes. Observé detalles que antes no había registrado, experimenté olores que antes no percibí y tomé conciencia de que un viaje no se determina por los kilómetros que uno se aleja de casa para llegar a destino sino en con cómo nos paramos frente al mundo que nos rodea y nos dejamos sorprender.  Y así es como, con esa reflexión a cuestas, aquella vuelta al barrio, después de varios meses, se transformó en un verdadero viaje.

Como les contaba, luego de esta apertura a la vida social, me inspiré y volví a escribir una serie de crónicas de viaje que iré compartiendo con ustedes a partir de los próximos días. La pandemia aun no se fue y, al parecer, va permanecer entre nosotros un buen tiempo más. Viajar va a ser muy difícil en un futuro próximo pero tenemos que agradecer que, como seres humanos, tenemos la capacidad de la imaginación, y a falta de vuelos y estadías en aquellos lugares en los que desearíamos estar, podemos evocarlos y traerlos a la vida a través de los relatos y las crónicas. Tengo muchas historias para contarles e imágenes para mostrarles, créanme.

Por eso les propongo viajar juntos a través del blog, sin tener que sacar el pasaporte ni hacer largas colas para el check-in. En tiempos de aislamiento y pandemia, la lectura es una forma válida para seguir viajando aunque sea a través de la imaginación. Al menos hasta que podamos dominar al maldito virus, acabar con la pandemia y soñar con que el mundo vuelva a ser algún día tal cual como lo conocimos.

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