A escasos 50 km de la Ciudad de México, se encuentra el sitio arqueológico de Teotihuacan, uno de los lugares más fascinantes del país y que fue antes de la conquista, el centro más importante de la historia precolombina.
Los investigadores de la cultura azteca aseguran que Teotihuacan en lengua náhuatl, es una combinación de palabras que significa “Lugar donde los hombres se hacen dioses” y explican a quienes llegan al sitio sagrado, que el vocablo surgió (según registros legendarios) luego de que antiguos pobladores de la región decidieran inmolarse en el fuego, para conseguir que el sol volviera a reinar en la tierra, ya que según parece, por entonces, el astro rey había desaparecido y ante el peligro de que con ello se acabara la vida en la región, ese grupo de “elegidos” ofrecieron sus vidas al ser supremo, convirtiéndose en dioses y pasando a ser aceptados como tales para los pobladores teotihuacanos.
De esa forma, durante años, el sitio de Teotihuacan significó el más importante centro ceremonial de la cultura teotihuacana y además, fue el sitio de residencia de la clase aristocrática (aquella que administraba el comercio entendido como intercambio de mercancías) ya que eran quienes más emparentados estaba con las castas sacerdotales.
LA CIUDADELA Y EL TEMPLO DE QUETZALCOÁTL
Apenas se ingresa en el sitio arqueológico de Teotihuacan, el primer espacio al que se accede es a la Antigua Ciudadela (lugar donde residían las familias comunes) y en su perímetro, reposa el fastuoso Templo al Dios Queztalcoatl (deidad representada por una serpiente emplumada, la misma que forma parte de la bandera de México) máxime divinidad de la mitología azteca y supuesta razón creadora del universo.
Construido bajo la típica forma piramidal teotihuacana, en cada uno de los escalones que llevan hacia la cima en la cual se llevaban a cabo los sacrificios, puede verse un minucioso trabajo de escultura sobre piedra, en el que han logrado dibujar varias serpientes emplumadas y otras tantas cabezas de jaguares, animal considerado uno de los pilares de la mitología azteca.
Asimismo, a cada costado de las escalinatas, ubicaron unos mascarones que representan a Tlaloc, el dios del agua, también muy venerado por su correlato con la figura de Queztalcoátl (según la leyenda, éste último fue enviado a la tierra para “limpiar” el camino y propiciar la venida de Tlaloc).
LA CALZADA DE LOS MUERTOS Y LA MAGNÍFICA PIRÁMIDE DEL SOL
Mientras se desciende lentamente del Templo de Quetzalcoátl (de una forma muy particular, con la espalda pegada a la piedra, intentando mantener el equilibrio) la emoción y la ansiedad invaden al viajero, ya que desde la escalinata se recortan en el paisaje, las siluetas de la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna, dos de las construcciones más importantes y emblemáticas del sitio de Teotihuacan.
Ya una vez debajo de la mole de piedra, lo más aconsejable es caminar a paso lento por la calzada de los muertos (avenida de casi 4 kilómetros de longitud), y desde allí, intentar hacer el esfuerzo por recrear el bullicio de los habitantes que en las épocas del imperio la transitaban con los cuerpos de los difuntos o que asistían a las ceremonias religiosas en las que seguramente no faltaba algún sacrificio humano que (la mayoría de las veces) tenía como protagonistas a preciosas muchachas que subían hasta la punta de la pirámide mayor y se les arrancaba el corazón con la punta de un utensilio de obsidiana, creado para tal fin.
Antes de llegar al centro de la calzada, se debe atravesar un pequeño río (arteria fundamental sin el cual no hubiera sido posible la supervivencia de la sociedad teotihuacana) y un pequeño museo en el cual se exhiben utensilios, indumentarias y demás elementos de la vida cotidiana de los pobladores.
La Gran Pirámide del Sol está ubicada a menos de 1 kilómetro del río, y en altura supone el equivalente a un edificio de 20 pisos. Su construcción data del siglo II d.C y los elementos que se usaron para su armado fueron ladrillos, adobe, tierra y estudiosos aseguran que posteriormente, pudo haber estado recubierta de grava, piedra y estuco. Subirla hasta su base lleva unos 30 minutos aproximadamente y supone no solo un gran esfuerzo físico sino la necesidad de contar un excelente estado atlético.Una vez realizado el descenso (y luego de recuperar el ritmo cardíaco y la presión arterial) lo mejor es retomar la Calzada de los Muertos y dirigirse al Palacio de Tepanitla o –si no se quiere caminar demasiado – pasar por el Mural del Jaguar, uno de los frescos mejor conservados que pueden verse en el sitio, y que representa a un jaguar con un fondo de motivos acuáticos."
Mientras redactaba los primeros párrafos de este artículo, en la edición de octubre de la revista National Geographic, aparecío en tapa un interesante dossier titulado “Teotihuacan Secreto: La Pirámide de la Muerte”, y de más está decir que luego de leerlo, decidí incorporar cierta información que exponían en el artículo.Según la revista, las últimas excavaciones efectuadas en la Pirámide (a cargo de un equipo en el que trabajaron en conjunto antropólogos del Instituto de Historia de México y de una universidad japonesa) permitieron identificar en su interior unos 5 emplazamientos funerarios y dentro de ellos, cerca de 14 esqueletos (de los cuales la mayoría se encontraban decapitados) y que aparentemente fueron asesinados brutalmente en libaciones ceremoniales u otros rituales.
PIRÁMIDE DE LA LUNA: EL ESPACIO DONDE REINABA LA MUERTE
Además, como si el horror fuera poco, al lado de los restos humanos pudieron reconocer huesos de animales mamíferos (lobos, pumas), aves de rapiña y reptiles venenosos, que aparentemente se los colocaba alli para que oficiaran de compañía para el muerto.
Como es seguro que estos nuevos descubrimientos no van a estar abiertos al público (y aunque lo hicieran nadie querría atravesar los 43 metros por un pequeño túnel en el cual no corre una gota de oxígeno), desde nuestra experiencia les recomendamos que se conformen con contemplar su ampulosa escalinata y fachada principal, y que no dejen de asistir a la Plaza de la Luna (ubicada frente a la entrada de la pirámide) y al Recinto Palacial de Quetzalpapálotl, en el cual pueden verse importantes esculturas y pinturas de gran belleza.